2011-12-10

A ver... He aquí un ejemplo de Tratado. A ver si os gusta.

TRATADO INTERMEDIO TRAS SUS PRIMERAS FATIGAS. CUENTA LAZARO CÓMO SE ALIMENTÓ, HABIÉNDOSE SOLO EN EL CAMINO



“ Habiéndome escapado con premura y hallándome en Torrijos, decidime por continuar en solitario por ver si mi suerte cambiaba.

No dándome cuenta, apresurose la noche y cogiome sin cobijo y con el estomago vacío. Paresciome que era tarde para buscar alimento y como podía más el sueño que el hambre, dirigime a los pies de un monte a buscar lecho en el que dormir. Llegado al lugar, tras haber andado por un camino de piedras, fácil me fue dar con un buen fajo de ramas y paja para hacer una cama en la que dormir.

A la venida de la mañana, despertome el crujir de mis tripas y no habiendo ya remedio, salí en busca de alimento. Hallándome en el camino por el cual había andado el día anterior, aparescioseme la buena suerte. Divisé allende unas huertas, y si no fuere bastante la comida que allá hallare, veían mis ojos un carro lleno de cestas de mimbre con todo tipo de hortalizas.

Dirigime allí y comí todo lo que jamás hube comido. Apenas había acabado de comer cuando acurrióseme una idea. Iría montado en aquel carro, hasta que su dueño parase en el pueblo mas cercano.

Encontrábame montado ya en el carro, y escondido bajo una áspera manta, y el dueño montó en el carro y sin mirar atrás azuzó a las acémilas a andar.

Despertome un gran alboroto, el carro estaba parado en la plaza de un pueblo, y era hora de mercado. Pensé que la buena suerte seguía conmigo. Bajé del carromato y y me encaminé a ojear los diferentes puestos, pensado ya cómo sacar provecho de todo aquello.

Guiáronme mis pasos al puesto más generoso. Una vez allí, mi mano deslizose, de cesta en cesta, de mesa en mesa, de barca en barca... y al pronto en el bolsillo no cabíame nada mas.

De aquella manera pasaron dos días. Llegada la noche, acercábame al pórtico de la iglesia a esperar la mañana. Y una vez llegada, volvía a mi nuevo quehacer, que hacer tenía pues no por fin vi que con estas mañas no finaría nunca de hambre como antaño.

Al tercer día, encontrábame en mis mercadeos, cuando oí a dos hombres hablar:

- He oído que algún ladronzuelo anda por el mercado-dijo el más anciano.

- Sí y además se han organizado los mercaderes para atraparlo- dijo el otro en voz mas baja.

En aquel momento paresciome que se había quedado olvidada la buena suerte en el pórtico de la iglesia. Decidí caminar hasta el siguiente pueblo cuanto antes en busca de un nuevo amo a quien servir y que bien velara por mí y mis nescesidades, pues no eran pocas".